Ni los cuentos de Pedro y el Lobo ni el afamado Pinocho, son suficientes para enseñar sobre el costo de la mentira. Atribuirla como una conducta exclusiva de la infancia tampoco es lo más honesto, destacan los especialistas. Todos los niños de algún modo fabulan con la realidad en menor o mayor grado. Incluso los padres que destacan a sus hijos la relevancia de "decir siempre la verdad", legitiman esta práctica cuando acuden a las mentiras blancas, conducta que será imitada por sus hijos.
Sin embargo, el mecanismo que da origen a las mentiras y la forma en que estas evolucionan a lo largo del tiempo sigue siendo un misterio para la mayoría de las personas. Para comprender la fuente detrás de esta conducta, se debe retroceder hasta el período de los tres años de vida. Es en esa etapa cuando las mentiras emergen como un medio válido para evitar castigos, quedar bien con los amigos o sentir que tienen bajo control una situación, establece Victoria Talwar, especialista en mentiras infantiles de la Universidad de MacGill en Montreal, Canadá, y quien ha realizado varios estudios sobre el tema.
ETAPA 1
Pero mentir no es una tarea sencilla. Menos aún cuando se tiene tan poca edad, dice la experta. Capacidad inventiva, imaginación y habilidades verbales son requeridas a la hora de intentar convencer al resto de otra realidad. Es por ello, dice Talwar, que esta conducta es un indicador de inteligencia y cualidades bastante avanzadas: "Para que los niños mientan es necesario que reconozcan la verdad, e intelectualmente conciban una alternativa a esta y con ella estén dispuestos a convencer a otros".
Bajo la mirada paterna, sin embargo, esta habilidad no representa una ventaja. Al contrario, se trata de una conducta que insistentemente llaman a no realizar, dice la experta: "Si un niño de cuatro años es mentiroso, esta es una señal de un buen desarrollo cerebral. Pero esta habilidad puede llegar a convertirse en una tendencia riesgosa si se convierte en un hábito".
ETAPA 2
Al inicio de su desarrollo los niños no relacionan lo que es mentir, aclara Valeska Vera, sicóloga jefa Fono Infancia, de Fundación Integra. Aquellos que desarrollan una fantasía pueden ser calificados de mentirosos por los adultos, pero para ellos es una creación propia. Aproximadamente, desde que cumplen cinco años comienzan a distinguir la realidad del mundo de las ideas, aclara Vera, y pueden ponerse en el lugar de los otros: "En ese momento es cuando comienzan a darse cuenta de las consecuencias gratificantes de evitar un castigo mintiendo".
Observando a los niños en su ambiente natural, la investigadora Victoria Talwar comprobó que aquellos con edades de cuatro años mienten una vez cada dos horas, mientras los de seis años lo hacen una vez cada una hora y media. Superando los cinco años, ya no es sólo un recurso para evitar el enojo de sus padres y las razones son más complejas: tener más poder y control sobre otros niños y probar la habilidad paterna. El 50% de los niños que continúan mintiendo a los siete años mantendrán esa conducta por el resto de su infancia, dice Talwar.
"Es importante que los padres estén preparados para ciertas mentiras y comprender la motivación de ellos a mentir", advierte Vera. Si la primera reacción al descubrirlos enojarse, ridiculizarlos o tratarlos de mentirosos, no se estimula a que digan la verdad.
ETAPA 3
Desde las pequeñas a las grandes mentiras, es importante prestar atención a los mensajes que éstas entregan, que puede ser desde necesidad de protección o atención, aclara Vera. Cuando estos primeros eventos ocurren y los padres analizan el motivo que lleva a sus hijos a no ser honestos, se les pueden enseñar otras estrategias para resolver sus conflictos: "Esto debe partir desde fortalecer la confianza y el respeto. Que sepan que los van a querer hagan lo que hagan, que en la familia existe espacio para opinar distinto y que no está mal reconocer que se equivocaron".
Algunas pautas que alertan a los padres de que la mentira dejó de ser una anécdota para transformarse en un problema de seriedad, indica la sicóloga de Fono Infancia, es cuando el modo habitual de funcionar de los menores es a través de esta técnica. "Si luego de llegar a los cinco o seis años no son capaces de distinguir entre mentira y realidad o mienten para dañar a otros, es recomendable consultar con un especialista", advierte.
Fuente: latercera
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