sábado, 23 de febrero de 2008

La vida de las levaduras

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Las células de levadura que carecen de dos genes específicos y a las que se les aplican restricciones de calorías (a la der.) vivieron diez veces más que las células de levadura normales (izq.), asegura un nuevo estudio.

Los científicos investigan ahora las mutaciones relacionadas en un grupo ecuatoriano que quizá ofrezcan una esperanza para tratar algunas enfermedades del hombre.

Los científicos descubrieron la forma para prolongar diez veces más la esperanza de vida de las células de levadura, y opinan que las investigaciones futuras en ciertas comunidades poco comunes de Ecuador quizá ofrezcan también esperanza para los humanos.

Los investigadores lo lograron borrando dos genes —SCH9 y RAS2— de la levadura para hornear y luego sometiendo las células a un estado de inanición al restringirles su ingesta de calorías.

“Ambos genes controlan las funciones celulares y normalmente estimulan la división y el crecimiento celular”, comentó el director del estudio, Valter Longo, un biogenetista de la Universidad del Sur de California, en Los Ángeles. “Son similares a dos genes que causan cáncer en los humanos”.

Sin embargo, la sola eliminación de los genes no soluciona el problema. Al parecer, la restricción de calorías está vinculada con el aumento en la esperanza de vida de la levadura.

Tal limitación reduce la activación de estos genes, y a su vez activa a una enzima denominada Rim 15, afirmó Longo.

“[La enzima Rim 15] libera una serie de proteínas que incluye sistemas protectores ante el estrés en las células de levadura”, agregó.

Estas proteínas controlan los antioxidantes y las enzimas reparadoras de ADN, además regulan el pliegue correcto de las proteínas, lo que podría explicar el incremento tan drástico en la longevidad de la levadura.

Pero exactamente cuántas de estas proteínas están asociadas con esa función, todavía no se sabe.

“Quizá haya cientos de genes que desempeñan papeles distintos y que forman parte de este cambio del modo para ‘crece’ al de ‘proteger’. Investigamos sobre estos ahora”, dijo Longo, cuyos hallazgos fueron publicados en los números recientes de PLoS Genetics y en el Journal of Cell Biology.

La conexión humana

Otros investigadores ya habían identificado las mutaciones genéticas en ratones a los que se les había inducido la reducción de la cantidad de hormonas del crecimiento producida. Esto dio como resultado el aumento en la esperanza de vida de los animales por 50 % y les confirió protección contra diversas enfermedades.

El grupo de Longo ahora estudia la población de Ecuador que presenta una mutación similar que controla la producción de la hormona humana del crecimiento..

El gen también tiene influencia en los genes humanos análogos SCH9 y RAS2, localizados mucho más abajo en la trayectoria de la hormona del crecimiento.

“Cuando se tiene un nivel bajo de hormonas del crecimiento, el cuerpo tiende a almacenar grasa —dijo Longo— que a su vez afecta todo el proceso de envejecimiento”.

Esa es la razón por la que durante los períodos de escasez de alimentos, “toda la energía debe ser almacenada para asegurarse de que el envejecimiento sea lo suficientemente lento como para llegar a la siguiente ronda de comida”.

Hasta el momento, los investigadores han reunido el ADN de 300 personas. Su siguiente meta es relacionar las tasas de mortalidad y de cáncer con la población, además de indagar la causa por la que, al parecer, estas personas no sufren de diabetes.

“Las personas con dos mutaciones son de estatura baja y presentan otras anomalías —dijo Longo en un comunicado de prensa—. Actualmente estamos identificando a las personas emparentadas que poseen sólo una copia de la mutación, quienes son aparentemente normales. Esperamos que exhiban una incidencia reducida de enfermedades y una esperanza de vida prolongada”.

“Muy lejos”

Dan Buettner es un experto en longevidad y becario de National Geographic Society Expeditions, y no ha participado en este estudio (National Geographic News es una división de National Geographic Society).

Su beca lo ha llevado a viaja a través de todo el mundo a lugares que él denomina Zonas Azules, donde la gente vive por más años.

No está convencido de que la combinación de restricciones de calorías y la eliminación de dos genes específicos sean la clave para aumentar la esperanza de vida.

“Tenemos alrededor de 25 billones de células en el cuerpo, que son reemplazadas cada siete años, y la idea de que un ligero cambio repercuta para aumentar significativamente en la esperanza de vida es difícil de creer —dijo Buettner—. Estamos todavía tan lejos”.

Por el contrario, él opina que el estadounidense promedio podría vivir ocho o diez años más si optimizara su estilo de vida y se guiara por los hábitos de las personas que habitan en las Zonas Azules, tales como las dietas a base de verduras, ciertas restricciones de calorías y actividad física intensa y constante.

Sin embargo, Longo, autor del estudio, argumenta que el cambio de un solo gen de hecho puede prolongar drásticamente la esperanza de vida.

“Todo organismo posee la habilidad de detectar si hay alimento —dijo—. Si no hay suficientes nutrientes alrededor —sea uno un ratón o una levadura—, debe presentar un plan B, y este es desviar toda la energía para no envejecer, ya que no puedes darte el lujo de envejecer si no te reproduces”.

La promesa de este descubrimiento, dijo Longo, consiste no sólo en prolongar la esperanza de vida sino en prevenir varias de las enfermedades más graves.

Si resulta que los ecuatorianos con la mutación hormonal presentan una incidencia menor de cáncer, por ejemplo, los fármacos que reducen la liberación de la hormona del crecimiento —que ya existen en el mercado— tendrían el potencial para prevenir o reducir el cáncer en las familias que tienen un historial clínico con esta enfermedad.

“No es muy distinto de tomar estatinas para reducir el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares”, concluyó Longo.

Fuente: la espectacular NatGeo

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