domingo, 3 de febrero de 2008

Altruismo en los simios


¿Es el altruismo una conducta exclusiva de la especie humana? Una serie de ingeniosos experimentos parece demostrar que entre los chimpancés también se dan comportamientos desinteresados. La explicación podría estar en las neuronas espejo.

Si pudiera demostrarse que cualquier parte de la estructura de una especie cualquiera se había formado para bien exclusivo de otra especie, aniquilaría mi teoría, porque una cosa así no podría haberse producido por selección natural.” Con su perspicacia habitual, Charles Darwin ponía el dedo en la llaga al considerar el altruismo, dentro del mundo natural, como un fenómeno incompatible con su teoría de la evolución. Teoría que, en última instancia, se basa en la competencia entre individuos. Y, sin embargo, los casos de aparente altruismo se repiten en la naturaleza ad infinitum: individuos que dan la voz de alarma al divisar un depredador, aun a riesgo de atraer la atención sobre sí mismos, hembras que renuncian a reproducirse para cuidar de otra hembra… No en vano, el paleontólogo y evolucionista Stephen Jay Gould se refería a esta cuestión como “el fastidioso problema del altruismo.”
La explicación habitual para toda esta casuística es obra del genetista inglés William Donald Hamilton (1936-2000), como tuvimos ocasión de ver hace algo más de tres años cuando abordamos esta misma cuestión en los Retos Eco-Lógicos (1, 2). De forma muy esquemática, recordemos que Hamilton propuso una teoría de la selección por parentesco que permite entender la generosidad entre individuos emparentados. De acuerdo con la “regla de Hamilton”, se darán casos de altruismo cuando se cumpla la relación rb > c, donde r representa el grado de parentesco entre dos individuos, b es el beneficio obtenido con la interacción y c el coste de ésta. Es decir, el altruismo observado en otras especies animales no es real, se da únicamente entre individuos que comparten una parte de sus genes y, consecuentemente, esconde un beneficio para la especie aparentemente altruista. El tema fue ampliamente abordado en su momento, pero recientes descubrimientos justifican que volvamos a él. ¿Un comportamiento exclusivamente humano?
Aun cuando el altruismo en el mundo natural sea anatema para la teoría darwinista, nadie duda de su autenticidad entre los seres humanos (salvo, tal vez, los sociobiólogos más radicales), aunque en este caso se explica al trascender el marco estrictamente biológico para pasar a un contexto social. Y, si es así, ¿en qué momento apareció el altruismo en nuestra especie? Parece demostrado que nuestros más lejanos antepasados ya tenían comportamientos altruistas. Se han encontrado huesos de individuos del género Homo rotos y posteriormente soldados, lo que demuestra que durante el tiempo que estuvieron impedidos fueron cuidados y alimentados por el resto de la tribu, pese a que durante ese periodo no podían aportar alimento.

La opinión más extendida es que este tipo de pautas apareció con las primeras sociedades de homínidos, consecuencia directa del desarrollo de hábitos sociales. De acuerdo con esta idea, el altruismo es exclusivo de nuestra estirpe y no se presenta ni siquiera en especies tan próximas como los chimpancés. Esta idea se confirmó en 2005 cuando la antropóloga Joan Silo, de la Universidad de California en Los Ángeles, demostró que cuando un chimpancé podía optar entre quedarse la comida para sí mismo o compartirla con sus semejantes optaba preferentemente por la primera opción. Los darwinistas podían respirar tranquilos.
Y, sin embargo, ya por entonces se había puesto de manifiesto que los chimpancés devolvían los bolígrafos a sus cuidadores cuando éstos los dejaban caer. ¿Podía tratarse de genuino altruismo? Los más críticos lo negaban, aduciendo la estrecha relación entre cuidadores y chimpancés, y el que los primeros suministraran comida regularmente a los segundos. Ahora, sin embargo, un nuevo punto de vista acaba de surgir propuesto por Felix Warneken y sus colaboradores del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania). Mediante una serie de ingeniosos experimentos han demostrado que los chimpancés pueden hacer favores incluso cuando no reciben ningún premio por ello. Es que son como niñosEn el primer experimento se comparaba la ayuda que chimpancés semisalvajes (nacidos en el medio natural pero criados en cautividad) proporcionaban a experimentadores con los que no habían tenido ningún contacto previo, frente a la que prestaban niños de 18 meses en condiciones similares. En este ensayo los niños constituyen el grupo de control, puesto que se supone que en ellos el comportamiento altruista aparecerá de forma espontánea. Se trabajó con un grupo de 36 chimpancés y 36 niños. En ambos casos se les pedía que ayudasen a los experimentadores a coger un palo situado en un lugar complicado. Además, la mitad de los componentes de cada grupo recibían un premio (un plátano para los chimpancés y un juguete para los niños) por ayudar, mientras que la otra mitad se quedaba sin recompensa. El experimento demostró que el 67% de los chimpancés y el 89% de los niños que no recibían premios se prestaron a ayudar, un porcentaje similar al de los grupos premiados. A continuación repitieron la prueba incrementando el esfuerzo físico necesario para coger el palo. Ahora los chimpancés tenían que trepar 2’5 metros y los niños salvar una serie de obstáculos. Unos y otros volvieron a mostrar el comportamiento altruista, pese a que en esta ocasión ninguno recibió premio. En un tercer experimento se colocaba a un chimpancé en una habitación. Desde allí podía ver unos plátanos colocados detrás de una puerta, que le impedía alcanzar la sabrosa fruta. Un segundo chimpancé, que no podía ver los plátanos, tenía la opción de ayudar al primero tirando de una cadena para franquearle el paso. En el 80% de los casos el segundo chimpancé ayudó al primero, al advertir sus desesperados forcejeos para abrir la puerta. La clave está en las neuronas espejo¿Demuestran estos experimentos que los chimpancés son genuinamente altruistas? Los autores no lo dudan, aunque Joan Silk tiene sus reservas. Esta antropóloga apunta como alternativa que tal vez los simios hayan adquirido dicho comportamiento tras ser capturados y sugiere que se repitan los experimentos con otros ejemplares en libertad. También sugiere que la edad puede tener relación con el altruismo, puesto que los ejemplares que ella usó eran más viejos. Quizá, se pregunta, con la edad se vuelvan más egoístas. Warneken, por su parte, afirma categórico que el altruismo es un fenómeno real en los chimpancés, lo que le lleva a considerar que el origen de este comportamiento no es cultural, como se ha venido preconizando desde hace décadas, sino que tiene raíces biológicas y se remonta mucho más atrás en el tiempo. ¿Castigan los chimpancés a los individuos no altruistas? ¿Practican el altruismo recíproco, asumiendo un coste hoy que puede resultar una ventaja en el futuro? ¿Está su generosidad condicionada por la empatía con el estado emocional del otro, como sucede en los niños? En respuesta a tal batería de preguntas, Warneken especula con la posibilidad de que detrás de toda esta casuística se esconda un fenómeno de empatía, basado en las neuronas espejo. Este mecanismo es responsable de que cuando observamos o imaginamos lo que sucede con otras personas, se activan las mismas zonas cerebrales que se activarían si nos sucediera a nosotros mismos. Esta activación puede ser tan intensa que si alguien se fractura un brazo, por ejemplo, no solo compartimos su estado emocional, sino que podemos llegar a sentir dolor en nuestro propio brazo. Desde ese punto de vista, el llamado altruismo genuino no sería sino una forma de egoísmo extremadamente sutil, en la medida en que favorece la solidaridad con los demás como vía para dejar de percibir el malestar que provocan esas fastidiosas neuronas espejo. Pero esta explicación no hace sino trasladar el problema, pues entonces ¿cual puede ser la causa de que la evolución haya seleccionado un mecanismo, el de las neuronas espejo, que aparentemente nos perjudica como individuos? Ahí queda planteado el reto.

Fuente: Quercus

1 comentario:

Anónimo dijo...

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